29.5.17

Para 6º

Los panaderos anarquistas

A fines del siglo XIX, entre los inmigrantes italianos se formó un sindicato anarquista. 
En Buenos Aires y en la Argentina la factura es una masa horneada o frita, de una textura crocante que, aunque atenta contra cualquier dieta, suele acompañar desayunos, meriendas o buenas mateadas de la gente. Lo que algunos ignoran es que los nombres de esos sabrosos productos están relacionados con luchas obreras que fueron mojones en la historia de las conquistas sociales.
Los lingüistas sostienen que la palabra factura deriva del verbo de raíz latina facere (hacer). Es decir: una especie de sinónimo de trabajo o creación. Entonces esas masas, que pueden ser dulces o saladas y que en nuestro país tienen un origen que se relaciona en forma directa con la inmigración europea, son obras artesanales con una llegada masiva en todos los niveles de la sociedad. 
A finales del siglo XIX, las ideas anarquistas alcanzaban cierta popularidad en las clases obreras. Aquellas propuestas de una sociedad con criterios humanistas, que le daban alta prioridad a lo sindical, buscaban ser la base para tener una vida sin un gobierno que dirigiera a las comunidades. Creían que las normas sociales debían surgir de acuerdos voluntarios que marcaran las reglas de convivencia sin imposiciones autoritarias.
Uno de los líderes de aquel pensamiento era Errico Malatesta (1853-1932), filósofo italiano que vivió en la Argentina entre 1885 y 1889. En 1887, junto con Errico Ferrer, otro impulsor del anarquismo, promovieron la creación de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, organización que realizó la primera huelga de ese gremio. La bandera incluía reclamos salariales y de lucha por las ocho horas de trabajo.

La huelga duró diez días. Al retomar las tareas, aquellos panaderos decidieron burlarse de los poderes y bautizaron a sus facturas con nombres irónicos. Así surgieron las “bolas de fraile” o “suspiros de monja” y los “sacramentos”, en alusión a la Iglesia. Y aparecieron los “cañones” y las “bombas”, como burla para el Ejército. También comenzaron a hornearse los “vigilantes”, referencia directa a la Policía. Además se agregaron otras alusiones a favor de la educación (se reflejó en los “libritos”) y dicen que la forma de las cremonas semejan una fila pegada de letras A, símbolo del anarquismo.

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