Los panaderos anarquistas
A fines del siglo XIX, entre los
inmigrantes italianos se formó un sindicato anarquista.
En Buenos
Aires y en la Argentina la factura es una masa horneada o
frita, de una textura crocante que, aunque atenta contra cualquier dieta, suele
acompañar desayunos, meriendas o buenas mateadas de la gente. Lo que algunos
ignoran es que los nombres de esos sabrosos productos están relacionados con
luchas obreras que fueron mojones en la historia de las conquistas sociales.
Los
lingüistas sostienen que la palabra factura deriva del verbo de raíz latina facere (hacer). Es decir: una especie de
sinónimo de trabajo o creación. Entonces esas masas, que pueden ser dulces o
saladas y que en nuestro país tienen un origen que se relaciona en forma
directa con la inmigración europea, son obras artesanales con una llegada
masiva en todos los niveles de la sociedad.
A finales
del siglo XIX, las ideas anarquistas alcanzaban cierta popularidad en las
clases obreras. Aquellas propuestas de una sociedad con criterios humanistas,
que le daban alta prioridad a lo sindical, buscaban ser la base para tener una
vida sin un gobierno que dirigiera a las comunidades. Creían que las normas
sociales debían surgir de acuerdos voluntarios que marcaran las reglas de
convivencia sin imposiciones autoritarias.
Uno de
los líderes de aquel pensamiento era Errico Malatesta (1853-1932), filósofo
italiano que vivió en la Argentina entre 1885 y 1889. En 1887, junto con Errico
Ferrer, otro impulsor del anarquismo, promovieron la creación de la Sociedad
Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, organización que
realizó la primera huelga de ese gremio. La bandera incluía reclamos salariales
y de lucha por las ocho horas de trabajo.
La huelga
duró diez días. Al retomar las tareas, aquellos panaderos decidieron burlarse
de los poderes y bautizaron a sus facturas con nombres irónicos. Así surgieron
las “bolas de fraile” o “suspiros de monja” y los “sacramentos”, en alusión a
la Iglesia. Y aparecieron los “cañones” y las “bombas”, como burla para el
Ejército. También comenzaron a hornearse los “vigilantes”, referencia directa a
la Policía. Además se agregaron otras alusiones a favor de la educación (se
reflejó en los “libritos”) y dicen que la forma de las cremonas semejan una
fila pegada de letras A, símbolo del anarquismo.